Pieloplastia Laparoscópica
Pieloplastia Laparoscópica
La estenosis pieloureteral o ureteropiélica, es una alteración generalmente congénita, que también puede ser producida por patologías relacionadas como la litiasis, presencia de tumores, traumatismos o cirugías previas que ocasionen una cicatriz en la zona. Se manifiesta como un estrechamiento en la unión de la pelvis renal y el uréter, con cierta predominancia de casos en el riñón izquierdo y rara vez de forma bilaterial (cerca de un 10% del total).
Cuando el paciente recibe diagnóstico de estenosis pieloureteral, su vía urinaria impide el flujo normal de orina desde el riñón hacia la vejiga; llegando a generar
acumulación del líquido que se ha producido, cuadros infecciosos e inclusive disminución de la función renal. Como no siempre se evidencia dolor, en ocasiones se identifica de forma accidental en pruebas de imagen, en donde se percibe un órgano dilatado que no logra vaciarse.
De no corregirse a tiempo el problema, la estenosis ureteropiélica puede ocasionar daño permanente e incluso la pérdida del riñón. Para ello el especialista realiza un procedimiento quirúrgico conocido como pieloplastia, el cual permite la extracción de la sección estrecha para despejar la vía y facilitar el vaciado. La intervención puede realizarse mediante técnica clásica (cirugía abierta) o laparoscópica; siendo esta última una alternativa efectiva, menos invasiva y con recuperación acelerada.
Con la aplicación del procedimiento se previene el daño progresivo y es posible recuperar la función renal siempre y cuando se realice a tiempo. La técnica consiste en ingresar una aguja a través del abdomen mediante la cual se introduce una cámara para ir efectuando la exploración de la zona hasta identificar el uréter.
Se realiza entonces la sección de la parte afectada y se efectúa la unión de las estructuras aplicando anastomosis. Por lo general, el especialista coloca un catéter doble J para facilitar el drenaje de la orina durante la etapa de cicatrización post operatoria, que puede extenderse hasta alrededor de unas 6 semanas; transcurrido este tiempo, el médico lo retira de forma ambulatoria al realizar su chequeo en consulta. También suele hacerse alguna prueba de imagen luego de la intervención para verificar el correcto funcionamiento del riñón y en específico, del área seccionada.
Entre los riesgos que se asocian a este tipo de procedimiento (además de los que pueden presentarse en cualquier acto quirúrgico), se pueden mencionar los siguientes:
- Imposibilidad de efectuar la reparación prevista por condiciones anatómicas del riñón u otras estructuras. En ocasiones existen características que no son detectables en la etapa previa e impiden la corrección del problema. También ocurre que el riñón finalmente presente un daño superior al esperado y en cualquier caso no será posible su recuperación; pasando entonces a considerar la extirpación del órgano.
- Infecciones urinarias. Al manipular el canal urinario, es posible que se presenten infecciones que produzcan molestias adicionales a las ya previstas en la etapa postoperatoria.
- Aparición de fistulas urinarias. Puede que por mala cicatrización se desarrollen fístulas que acaben dando origen a una o varias salidas de orina hacia el abdomen y precisen una nueva intervención para corregirlas.
Recuerde que todo procedimiento quirúrgico amerita un estudio previo, diagnóstico y posterior aplicación de la técnica precisa; por lo que su especialista es la persona idónea para brindar el asesoramiento requerido ante este tipo de situaciones.